La candidata a presidente del conglomerado opositor necesita al menos retener los votos de las PASO para pensar en la posibilidad de llegar a la segunda vuelta; sostiene que su rival será Milei y no Massa
atricia Bullrich mantiene la fe intacta en la antesala del final de la campaña presidencial, pese a que la mayoría de las encuestas la ubican en el tercer lugar. La postulante de Juntos por el Cambio se aferra a la idea de que estará en el ballottage basada en el resultado de las PASO, el agravamiento de la situación económica y la esperanza de que una porción de los votantes que no concurrieron a las urnas en las primarias de agosto se inclinarán por su boleta en el cuarto oscuro en los comicios generales del domingo próximo.
La exministra de Seguridad se entusiasma con retener el 28% de los votos que consiguió JxC en la primera ronda electoral y pescar adhesiones en el universo de los indecisos, sobre todo, después de ejecutar la maniobra más arriesgada desde que comenzó su campaña con vistas a la primera vuelta: anunciar que Horacio Rodríguez Larreta, su rival en la interna del espacio opositor del 13 de agosto, será su jefe de Gabinete en caso de un triunfo.
En el elenco de colaboradores de la exministra se ilusionan con que JxC salga beneficiado por el temblor cambiario y la profundización de la crisis inflacionaria, que arrancó post-PASO con la devaluación y siguió la última semana con el salto del dólar blue por encima de los 1000 pesos. Aspiran a que los esfuerzos para exhibir unidad y cohesión interna tributen el día de la batalla decisiva por el poder. Por eso, hicieron una apuesta fuerte por incorporar a Larreta para lograr un golpe de escena y dominar el tramo final de la disputa por la Presidencia. En rigor, pretenden sepultar la chance de que Sergio Massa (Unión por la Patria) seduzca al segmento moderado del electorado antiperonista con su llamado a larretistas y radicales a conformar un gobierno de unidad nacional. “A partir de ahora, nos concentramos en un mano a mano con Milei”, asegura uno de los estrategas de Bullrich. Calculan que la exministra podría contener el 11% de los votos que cosechó Larreta y sumar dos o tres puntos que le permitiría relegar al kirchnerismo al tercer puesto y conseguir la meta de llegar al ballottage.
Atentos a que la marca de JxC mide más en los sondeos que Bullrich como candidata, lo que reflejaría un resurgimiento pese a que perdió votos respecto de 2019, macharon durante toda la campaña con que la exministra contará con unos diez gobernadores, 500 intendentes y mayoría en ambas cámaras del Congreso para poner en marcha las reformas necesarias para sacar al país del estancamiento. A ese scrum sumaron a Carlos Melconian, nominado como ministro de Economía. Es decir, hicieron hincapié en reflejar que JxC es una alternativa de poder que tiene equipos técnicos, capital político y un plan de gobierno para asumir desde el 10 de diciembre. Con la puesta en escena de esta semana por la disparada del dólar blue, Bullrich intentó exhibir que lidera un proyecto que ofrece racionalidad y previsibilidad. De esa forma, quieren contrastar la propuesta de JxC con el “salto al vacío” de Milei, quien atrajo los focos por sus dichos sobre el valor de la moneda y los plazos fijos. “No hay que romper todo. La gente está angustiada e irascible”, dicen en el campamento de la exministra.
En los últimos días Bullrich se dedicó a solidificar la unidad interna y cerrar filas con los principales accionistas de los votos de JxC. Hizo las paces con Mauricio Macri después de las tensiones por los guiños del expresidente a Milei y selló un trato con Larreta para garantizarle un puesto de relevancia en su eventual gestión. En paralelo, Néstor Grindetti se movió en tándem en Buenos Aires con Diego Santilli para aumentar las posibilidades de arrebatarle al cristinismo su último bastión, ante todo, por el terremoto político que provocó el caso de Martín Insaurralde. “Tenemos una oportunidad”, evangelinza los bullrichistas frente a las señales de desánimo en un sector de la tropa de JxC.
Con la mira en el ballottage, Bullrich protagonizará un raid mediático y territorial en los últimos cinco días antes de que comience la veda. No solo hará hincapié en pescar votos en Buenos Aires, que volverá a ser el escenario crucial de la compulsa y donde se definirá si hay o no segunda vuelta en la pelea presidencial, sino que se dedicará a recuperar adhesiones y movilizar potenciales seguidores de JxC en el interior del país. Irá a San Luis, San Juan, Mendoza, Venado Tuerto (Santa Fe) y Río Cuarto (Córdoba) con el objetivo de sacarle votos a Milei. En Buenos Aires se enfocará en La Plata y planea un cierre de campaña en Lomas de Zamora, epicentro del escándalo por el “yategate”, y Lanús, terruño de Grindetti, su candidato a la gobernación.
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Enfocados en exprimir su última chance de garantizarse un lugar en la pelea por el premio mayor, Bullrich y sus laderos juegan a todo o nada y ni se imaginan un escenario en el que queden afuera del ballottage. Confían en que Milei ya alcanzó su techo y tendría dificultades para consagrase en primera vuelta. Por eso, se aferran a la esperanza de que JxC disputará el poder frente a frente con el libertario en la próxima ronda. “Ahí empieza otro partido”, pronostican en JxC.
En caso de quedar afuera del ballottage, Bullrich podría perder capacidad de influencia en el espacio y deberá convivir con el riesgo de fragmentación de JxC. En ese eventual escenario, los alineamientos podrían precipitar una ruptura. ¿Qué papel asumiría Macri si Milei vence en primera vuelta? ¿Un sector de la UCR podría inclinarse por Massa ante la posibilidad de que el ministro de Economía pase al ballottage con el libertario? ¿Larreta promoverá el voto en blanco para dejar asentada una posición anti-populismos? En ese tablero los gobernadores de JxC serán los principales interesados en preservar la unidad. No está claro aún cuál sería el rol de Bullrich. Ella anticipó en las últimas horas que no trabajaría con Milei. El vínculo entre ambos se rompió antes de las PASO e incluso Bullrich lo denunció ante la Justicia por acusarla de terrorista. A sus 67 años, la exministra encara tal vez su última batalla en política. Si consiguiera el pase al ballottage, acariciaría su sueño de llegar a la Casa Rosada. En cambio, si sufriera una derrota, podría perder perspectiva en el ecosistema opositor. No obstante, cualquiera sea el resultado, seguirá activa en política, según sus confidentes.
Bullrich apostó a Larreta en la recta final de la campaña